miércoles, 13 de octubre de 2010

El peligro de las Sectas Mesianicas y sus "Profetas"

Jim Jones Fundador de la secta Templo del Pueblo

Entre los criminales más peligrosos se encuentra muchas veces auténticos líderes de movimientos seudo religiosos caracterizados por su extremismo su mesianismo. Aunque siempre han existido, los convulsos tiempos que, en el último siglo, vivió e mundo frieron terreno abonado para la proliferación de estos «salvadores» de cuerpos y almas que, a la postre, lo único que ponían a salvo eran unos ingresos cuantiosos.

Y menos mal si la cosa se quedaba en eso: latrocinio puro y duro a través de la compra obligada para los adeptos de las publicaciones del santón de turno, de objetos variados con la simbología de la secta, etcétera. Aunque en todas partes suceden hechos de este tipo, en el mundo anglosajón y sobre todo en Estados Unidos, estos locos de atar que están convencidos de ser enviados del «Altísimo» son legión. Son tantos que sólo cuando alguno provoca una tragedia de características dantescas logra acaparar las primeras planas de la actualidad.

Unos 900 seguidores del Templo del Pueblo se quitaron la vida como protesta en un suicidio colectivo

Jim Jones, fundador y guía del Templo del Pueblo, lo consiguió con creces un día de noviembre de 1978 al proponer (y obligar) a todos sus seguidores reunidos en Jonestown (Guyana) un suicidio colectivo como protesta a la visita del congresista Leo Ryan. Sus seguidores se habían dirigido al campamento ante las innumerables denuncias que se habían recibido por las extravagancias y peligros de que hacía gala su iluminado dirigente. A la llegada de Rvan, Jones y los suyos empezaron a gritar contra su presencia para, después, alentar a sus seguidores a expulsarlo de allí y, ya en pleno paroxismo colectivo, conseguir un imprevisto linchamiento de Ryan y cuatro de sus acompañantes.

Es entonces, con los cuerpos desfigurados y todavía calientes de los visitantes y, sin duda, sabiendo lo que le esperaba, cuando Jim Jones propuso (más bien ordenó) que todos se entregaran a la muerte en un gran ritual final. Estos, en bloque, aceptaron (eran unos 900) y, tras preparar mezclas letales de diversas bebidas, que ingirieron ceremoniosamente, fueron muriendo sin remisión. Cuando llegó la policía, aquello era un inmenso cementerio al aire libre en el que había cuerpo amontonados uno sobre otros.

Ante la persecución de las autoridades norteamericanas, Jones trasladó su Templo del Pueblo a la paradisíaca Guyana

Jones había fundado su Templo del Pueblo el año 1956 en Indianápolis (Estados Unidos). Muy pronto vio engordadas las listas de adeptos, compuestas en su mayoría por marginados, desequilibrados y gentes de toda clase y condición, con la presencia de muchos individuos de raza negra.

En 1965 se trasladaron a California, cuando los que acudieron a la llamada del iluminado eran ya miles y el negocio prosperó de forma imparable. Todos y cada uno de los que fueron admitidos debían entregar sus pertenencias materiales a la comunidad (o sea, a Jones). Ante el panorama de persecución que estaban sufriendo en su propio país, en 1977 hicieron su última mudanza a la paradisíaca Guyana, lugar donde pensaban que iban a encontrarse lo bastante alejados de molestas inspecciones.

Al menos así de contentos vivieron hasta que les fue comunicada la próxima visita de una comisión del Congreso. Lo que ocurrió después ya ha quedado descrito unas líneas más arriba, además de que fue noticia en primera página en todos los periódicos del planeta. Fue un gran impacto, que sirvió para inspirar otros suicidios colectivos en otras partes del mundo.

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